Caute

Vínculos indivisibles


Por Diana Guerra.

Directora de CAUTE y psicoanalista con especialidad

en pareja y terapia médica familiar.

 

-“Ya han pasado 6 años de la muerte de mi mamá y sigo extrañándola, me hace mucha falta y me duele saber que no está aquí”- expresaba una paciente en el sexto aniversario del fallecimiento de su madre, casualmente ese día tuvo su sesión y fue inevitable percibir su dolor, parecía que la muerte había acontecido apenas algunos días.

-“¿dejará de doler algún día?”- Me pregunta.  No tengo respuesta; el duelo es algo tan particular que cada persona lo transita en una especie de tiempo atemporal.

 

Verdaderamente, creo que hay ciertos vínculos que nunca dejan de existir, hay algo en la memoria, en los recuerdos, en las manías o ciertos hábitos, que denotan un espejo de aquel ser que amamos, que nos hace traerlo al presente constantemente y que en ocasiones aún se encuentra con el dolor de ya no poderlo hallar. 

Tal vez por esa razón los mexicanos aún fomentamos la tradición del día de muertos, para volver a percibir algo de aquellas personas importantes, curiosamente todo lo relacionado al altar tiene que ver con lo sensorial y lo sensorial te lleva directo a la memoria; La memoria es un proceso psicológico imprescindible para codificar, almacenar y recuperar información, por la cual podemos retener y recordar el pasado, en ocasiones hasta sentir o revivir ciertas sensaciones, como lo que comía y lo que tomaba, sentido del gusto, los colores vibrantes, la luz de las velas y las fotografías, sentido de la vista, olores de la comida, las flores del copal e incienso, sentido del olfato, las diferentes texturas, el sentido del tacto y los sonidos, los cánticos o el aire mover el papel picado, en ese altar convergen nuestros sentidos, todos y cada uno de ellos haciéndonos sustento de remembranza.

El regalo de esta tradición es conectar con el recuerdo, nos promueve el sentimiento de amor, conexión y unión familiar, no solamente propia, sino transmitida, la conmemoración nos hace hablar y comunicar lo que fue esa persona y lo que aún es para nosotros, para quien escucha pueda saber algo de ella, pero sobre todo de algo que aún queda vivencialmente en quien lo recuerda, es un vínculo presente que persiste que retorna en forma de diálogo con quien observa y que se reconozca en los dichos familiares.

El poner un altar con la intención de percibir en nuestra memoria esas sensaciones promueve conectar con esa persona, que nunca se va del todo, porque siempre existe en principios, en consejos, enseñanzas y en lo que somos como personas, porque lo que es presente tuvo un pasado construido por esos vínculos indivisibles de la memoria. 

Y tal vez como dijo Gabriel García Márquez, “no te lamentes porque terminó, sonríe porque sucedió”, es que los mexicanos conectamos la muerte con fiesta, con alegría y la felicidad de recordar, de revivir a la persona fallecida a modo de tradición, la creencia que nos visitan está sustentada en la memoria y así es que nos regocijamos de que existió, así como agradecemos que pudo estar en nuestra historia. 

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