Caute

La disposición


Por Diana Guerra.

Directora de CAUTE y psicoanalista con especialidad

en pareja y terapia médica familiar.

La constitución familiar y la razón por la que se juntan las parejas se está modificando severamente, anteriormente los matrimonios eran negociaciones financieras y acuerdos convenientes para las familias en tanto crecimiento económico y procreación; posteriormente entró la función del amor a contribuir el sentido de los matrimonios, se pretendía que el amor, el vínculo, la pasión y el deseo, sostuviera  las meta, objetivos y planes de crecimiento familiar, “hasta que la muerte separará a la pareja”; más adelante las estadísticas mostraban y muestran que sostener esto con el tiempo no es precepto, entonces ¿qué está sucediendo actualmente en esta época de individualismos? ¿Cómo se está modificando el concepto de lo común, lo familiar,  el para nosotros, lo incondicional?, ¿cómo afrontar las tendencias “ANTI” anticonceptivas, antisociales, antifamilia?, ¿hay forma de compensar lo económico y el amor en una relación de pareja y/o en una concepción  familiar?  

 

Considero que estamos en una época de cambio de usos y costumbres generacionales donde la forma de hacer familia  ya se modificó y en el supuesto de libertad y deseo es que se acepta el acuerdo de vivir en pareja. Sin embargo, estamos en una era donde el asunto  económico nos atraviesa a todos, pero no a todo, es decir   en un sistema familiar donde por lo menos un miembro aporta el sustento económico para los gastos que implica sostener a una familia mientras que otra se encarga de las  virtudes filiales que están dadas por hecho en función del deseo, amor y vínculo social, ya sea en un periodo de tiempo o bien “por siempre”; sin embargo,  vivimos en una sociedad capitalista que NO considera las transacciones humanas de cuidado y disposición de tiempo en un  ranqueo salarial, que se ha visto tiene crueles consecuencias a largo plazo. 

 

Es interesante observar como en tiempos de amor las parejas hacen acuerdos de disposición de entrega de tiempo de aprovechamientos de roles con la meta en común del “para nosotros”, y así mientras que uno crece profesionalmente, en propiedades y en estabilidad económica,  simultáneamente crece la familia, se desenvuelven los hijos y se preserva el equilibrio familiar, gracias al enfoque o prioridad de otro miembro;  sin embargo, en tiempos de desacuerdo y separación, se escuchan los reclamos en sentido de propiedad, el crecimiento  económico es personal y ya no lo es familiar, los hijos mayores de edad se consideran independientes, la persona que se quedó al cuidado y al servicio del bienestar familiar, no desarrolló profesionalmente, no cuenta con un sustento acorde a las necesidades económicas y depende severamente de la simpatía  o del rencor  de aquel que cuenta con poder económico. La avaricia humana cobra protagonismo y el debate entre aquellos que alguna vez  por  “amor e incondicionalidad” ofrecieron sus bienes o su entrega  al “al bien común” se hace inminente. 

 

Hoy en día,  un divorcio es un trámite sencillo,  lo complicado es el acuerdo de separación porque es  difícil  medir y ponerle un precio al derecho en función de la  disposición y las obligaciones correspondientes,   las transacciones al final de una relación reclaman lo dado económicamente como  lo otorgado en cuanto a afecto. El dinero pasa a hacer un representante de lo que corresponde por el tiempo invertido en aquel  matrimonio donde nadie está dispuesto a perder.

 

La propuesta de este escrito es establecer que lo que se habla en tiempos de amor no se olvide en repugnancia. Y la forma de lograrlo es no dar por hecho que la fantasía del amor será el centinela de la unión,  sino poner a dialéctica de los miembros la pregunta 

¿Qué tanto derecho  se tiene  sobre el  tiempo y los  bienes correspondientes al otro?, y  ¿qué obligaciones corresponden por ese beneficio?

Tal vez en la cuestión económica pudiera existir un encuadre mínimo correspondiente  que se podría establecer a modo de decisión a elegir entre diferentes alternativas: 

“lo mío es mío y lo tuyo, es tuyo antes del matrimonio” 

“lo que yo construya mío es y lo que yo  endeude  es mío también” y “en ese sentido tú construirás o endeudarás  lo tuyo” 

De tal manera que si  hay una disolución del matrimonio, cada uno toma lo propio y se retira.

Se tiene la creencia que la  mayoría de las uniones son para compartir y/o para generar más,  con lo de cada quien tenga y produzca, por lo que pudieran existir acuerdos como:

“lo que tengamos antes y después de matrimonio, tanto bienes como  deudas será compartido independientemente de quien lo produzca”

“los dos participaremos en proporción a los ingresos de cada quien para beneficio en común”  

Quedando en el entendido que si  se genera  una separación,  será en correspondencia, y se habla del 50 y 50. Es decir, los bienes se reparten a la mitad. Que insisto en temporada de odio y rencor, esto no se sostiene comúnmente. 

 

La  dificultad deviene cuando uno aporta bienes económicos y el otro no lo hace poniendo su disponibilidad de vida  como medio de cambio, es decir: hacer las labores del hogar que no se pagan con dinero,  como limpieza, comida y organización, o bien el cuidado y todas las implicaciones que conlleva a modo de tiempo la atención dirigida a   hijos,  enfermos y ancianos que compromete, en ciertas circunstancias en la  renuncia al desarrollo personal y profesional. 

Se debe agregar a la disposición la peculiaridad de “dar por hecho” en tanto que el que trabaja dispone del tiempo de la persona “disponible” en ocasiones sin preguntar o considerarlo; por ejemplo pongamos a un marido que “por su trabajo” le exige viajar el fin de semana, de tal forma que da por hecho que la otra persona  disponible estará para cubrir su ausencia asumiendo las implicaciones y responsabilidades correspondientes; o pongamos por caso cuando ambos trabajan y uno ocupa un puesto de mayor jerarquía el cual tiene junta de trabajo en un restaurante por la tarde y aunque se haya comprometido a pasar por los hijos a la escuela menciona que tiene junta y que no puede, el otro tiene que encontrar el modo de cubrirlo para no dejar a los hijos en desamparo.

 

Cabe aclarar que la persona que trabaja y es proveedor económico del hogar igualmente tiene renuncias,  pero de alguna forma hay una compensación económica establecida que al momento de una separación se tiene mayor claridad de reparto,  por lo contrario, ¿cómo se mide el valor económico correspondiente a la persona disponible? 

 

Entonces, en esta dupla proveedor económico  - disposición vital, se establece una dinámica donde unos pagan con dinero mientras otros con la propia vida y pudiera llegar a desarrollar una dinámica de  dependencia donde el que pone la vida al servicio de otro y no es remunerado queda en problemática cuando su independencia  económica no es generada. Cuestión que es muy común al momento de los divorcios.

 

Será que ¿es tiempo de que los acuerdos de estas dinámicas se puedan establecer como una transacción? Como un  acuerdo comercial entre dos partes, en donde una ofrece un servicio y la otra parte otorga dinero como la representación del valor, mejor conocido como precio por el bien recibido. Sin que sea ofensivo o calificado como interesado el poder plantearlo como tal. 

Será que la separación de bienes sea practicado en lo cotidiano y que cada persona pueda disponer de lo producido

Será que nadie debe de dejar de trabajar y “ganar” su propio ingreso económico, buscar su propio crecimiento profesional y personal  y entre los dos hacer aportes correspondientes de tiempo y disponibilidad, así como económico a lo que corresponde como común

Lo que queda por lo pronto para acompañar el proceso de cambio que las parejas y las familias están modificando,  será que se pueda sostener una plática de estas dinámicas  y establecer acuerdos que sean asumibles y un compromiso mutuo; mientras que se promuevan leyes que lo garanticen  y que  los usos y costumbres acepten este hecho como posible y saludable en una unión. 

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