Caute

La llamaban loca


Por Diana Guerra.

Directora de CAUTE y psicoanalista con especialidad

en pareja y terapia médica familiar.

RESUMEN

En este texto no hablaremos de esa locura de estructura psicótica que requiere otro tipo de acercamiento, si no de aquella persona  que  por expresar abiertamente su queja la llaman loca, a modo de juicio crítico.  Nos referimos aquellas personas que sin importar la edad y el tiempo transcurrido, no hay cambio en su decir, ni versatilidad en su postura en veces “victimosa”,  hablamos de aquella mujer que se queja del maltrato que su esposo le suministra y lo mucho que le cuesta a este darle amor por más de 40 años de casados, hablamos de aquella madre que expresa el dolor que siente por tener hijos que la ignoran constantemente y que no tienen la paciencia para entender el dolor que su cuerpo lastimado por los partos le hicieron sufrir, hablamos de aquel grito enardecido de la mujer a la que le han sido infiel en diversas ocasiones y que su pareja nunca ha cambiado.  Hablamos de quien se  queja, de quien muestra su padecer  histriónico, delirante y desesperante, desahuciada por ella misma y por los demás por  su malestar constante.

 

TEXTO

La queja se  repite a modo de delirio de dolor, aflicción, pena, sufrimiento o angustia, sin dar cuenta de  las reacciones adversas que causa a quien se dirige  esta manifestación:  se le rechaza,   se le ignora, se le repudia  y nadie se hace cargo de ese malestar, ni si quiera la persona que lo proclama,  frecuentemente a la persona que se queja “se le tira de a loca”; la palabra “loca” se emplea independientemente del  género a la  conducta que expresa  malestar emocional abiertamente  ante alguna situación que le aqueja  de forma exagerada, histriónica y en ocasiones hasta violenta, enjuiciando esta conducta por lenguas críticas como locura,  desacreditando a la misma locura, las emociones que pudiera sentir la persona y el  derecho a su libre expresión.

 

¿Qué atribuye la queja? ¿Por qué es tan insoportable quien se queja? ¿porqué comúnmente  es característica de la mujer o de lo femenino? ¿Qué es lo que hace a una mujer salirse de su moderación? ¿Qué la hace emerger de sus propios límites? ¿Cuál es la ganancia obtenida por dicha conducta? Y  ¿Qué es lo que pierde al expresarlo de esa forma? preguntas que nos llevan a indagar más allá de lo molesto que pudiera ser el monólogo de una  queja.

 

La queja, tiene características de un monólogo por que la persona reincide en su decir y cada vez que lo repite vuelve a la emoción de malestar y dolor, el otro quien escucha no tiene interlocución cuando trata de intervenir en esa queja, ¿porqué si duele cada vez que se dice, se repite incesantemente? ¿porqué entre más se grita menos se escucha?  su insistencia  es por  su  carácter dual que tiene que  ver con un “adentro”  inconsciente que adolece, un anhelo de expulsión  y una demanda a un “otro” que concede el  colmar, ese vaivén de afuera y hacia adentro, lejos de calmar el dolor lo reaviva y  la insatisfacción exacerba lo que hace falta, entre más se pide más se evidencia.

 

Se le atribuye a lo femenino por que está mas pendiente de la falta insatisfecha, que espera que el otro le otorgue, secuela del pedido al padre quien no pudo otorgar por asumir su propia falta. Esa falta en ocasiones la rebasa y excede las palabras, no lo puede explicar y recurre a la repetición de lo mismo con el fin de que sea entendido o traducido por alguien, es una mezcla repetitiva y revuelta de emociones, pensamientos obsesivos y sensaciones en el cuerpo que en psicoanálisis le llamamos goce, este goce peculiar no tiene la característica de placer  sino más bien se puede explicar como  un exceso intolerable y una manifestación del cuerpo más próxima a la tensión extrema, al dolor y al sufrimiento, cuando este goce emerge en la mujer tiende a expresarlo en forma de queja, la intención de esa queja  es que un  otro lo entienda, lo explique,  lo colme, lo elimine, quite y se haga cargo del malestar, la creencia consiste que la solicitud hecha en cada queja   será satisfecha:  pide  tiempo, cosas, actos y/o sentimientos que venga  del otro, que le conceda eso que le hace falta con el fin de que la  haga sentir mejor, sin embargo por más intentos que hace el otro por complacer pareciera que  nunca es suficiente, siempre hace falta algo más, algo diferente o  mejor,   la exigencia se exacerba y  la sensación genera estrago e  insatisfacción, que se traduce en la constante repetición de  queja constante,  insistente y enloquecedora para el que es solicitado.

 

La creencia que la mujer sostiene en lo anterior, es suponer que lo solicitado en diferentes modalidades y tonos: llorando, gritando, hablando amorosamente, exigiendo, rogando,  será dado, sin embargo no depende del tono por que  en ocasiones ni ella misma sabe exactamente lo que le hace falta, mucho menos el otro sabrá con exactitud lo que requiere, y  consigue el efecto contrario, la “tiran de a loca” la repelen y este círculo vicioso en ocasiones favorece las separaciones y promueve trastornos de  depresión y ansiedad.

 

La respuesta no se encuentra en “pulir” la demanda al otro, comunicarle mejor,  en exigirle más,  no consiste en enojarse más para que el otro cambie ni  considerar suplirlo por otro que tenga la sensibilidad para entenderla, que le importe  o que le “ame” más  para que  le otorgue lo que solicita, dicho de otra forma la reparación no será responsabilidad del otro.

 

Tampoco consiste en silenciar o dejar de decir, que es la respuesta común ante el coraje de que el otro no entienda o no conceda lo que uno trata de obtener; “dejar de hablarle”  es  dejar de expresar,  sin embargo no se deja de pensar o de sentir, y esa emoción posiblemente de  enojo o frustración  hace mella generalmente en el cuerpo y como consecuencia se pueden generar enfermedades que se enquistan en el cuerpo, en dolores en los órganos   o   mutar en alguna enfermedad crónica.

 

Tampoco consiste en evadir esas emociones y utilizar el alcohol,  los estupefacientes, el sexo, el ejercicio extremo  o las múltiples actividades para pretender olvidar, para no tener tiempo de “sentir” o percibir o ser consiente de las emociones desagradables que se puedan llegar a percibir.

 

Por lo contrario, la reparación está en el conocimiento de ese “adentro” inconsciente  y  en un esfuerzo propio para dar explicación a ese malestar,  a ese goce, cuando se asume de alguna forma que nadie colmará el desasosiego,  que además algo de eso nunca tendrá palabra que lo explique y  que no será calmado del todo,  que es necesario que no sea satisfecho como indicativo de continuación de relance y deseo, algo del orden del sentido se integra en la responsabilidad de la propia vida, es ser agente de su existencia, desde su raíz más profunda que derivada del latín “agentis” que puede traducirse como “el que lleva la acción”, es contestar a la pregunta ¿Qué le gustaría para lo que le queda de vida? Desde sus propias posibilidades y de lo que usted pueda manejar ¿Qué puede hacer para sentirse mejor? Es conectarse con sus gustos, lo que le da placer de sentir, de escuchar,  de ver y disfrutar, de generar en usted un gozo de aquel que tiene que ver con el disfrute y el placer intenso de existir.

 

Como indica garrida en el recorrido del concepto de genero en la historia del psicoanálisis y sus implicaciones clínicas:

 

Los que quieran devenir sujetos tienen que salir de la indefención y empoderarse (...) hay que contar con un esfuerzo permanente que consiste en una atención constante, un autoanálisis, que detecte cuanto antes los efectos de la dominación sobre una misma, porque en la medida en que una sabe que operan, y los puede reconocer, tiene más posibilidades de trabajar para evitarlos (Garriga, 2011,p. 152).

 

Los caminos para lograrlo son  bastos y diversos hoy en día, sin embargo es indispensable que aquella mujer que quiera cambiar su estado,  empiece a escuchar su propia queja,   que   implique su historia, sus actos y su persona en ese lamento, con la intención de responsabilizarse como ente activo en la creación de su existencia, lo dicho hasta aquí  supone que se comprometa en el modificar lo que pueda y le corresponda dentro de sus posibilidades, de alguna forma es liberar al otro de la responsabilidad de complacerle, es aceptar que algo no va ha ser colmado y que el enfoque de  su atención se mueva hacia otra forma de generar  satisfacción.

 

Implicarse en el propio cambio, incluye la creatividad de hacer las cosas de forma diferente, de buscar nuevos proyectos, de intentar lo que nunca se ha hecho, de estudiar o leer y experimentar el salir de lo “mismo de siempre”. Digamos que la queja dirige hacia la insatisfacción,  mientras que salir de esa indefensión, es contestar a la pregunta ¿Qué conecta con la vida, la felicidad, el amor, con el deseo y las ganas de disfrutar ? en psicoanálisis pudiéramos decir que es la pulsión de vida, lo que empuja hacia  preservar la  existencia.

 

La propuesta tampoco consiste en ser ermitaña o apuntar hacia el egocentrismo, es saber estar CON lo que el otro no puede satisfacer, en otras palabras es dispensar al otro de la obligación de complacer totalmente , al mismo tiempo que se autolibera de la ideología de completar al otro o de ser para otro, que en muchas ocasiones es un  compromiso establecido con carácter de deuda, que promueve el incumplimiento y el desagrado.

 

Lo dicho hasta aquí entonces no consiste en acallar la queja, excluirla o calificarla de locura, consiste en que la persona que pronuncia se escuche, se analice y canalice el esfuerzo puesto en la queja en otra posibilidad. Si ha de ser llamada loca que sea desde la genialidad del trabajo autónomo, creativo y de liberación.

 

 BIBLIOGRAFIA

 

GARRIGA, C. (2011). Recorrido del concepto de género en la historia del psicoanálisis y sus implicaciones clínicas. Cataluña: www.publicaciones.unirioja.es

Lo último de Cautescucha

Artículos recientes

Vínculos indivisibles

Por Diana Guerra. Directora de CAUTE y psicoanali...

Lo Virtual y Sus Efectos En La Identidad Adolescente

Lo Virtual y Sus Efectos En La Identidad Adolescen...

Síguenos