Por Diana Guerra.
Directora de CAUTE y psicoanalista con especialidad
en pareja y terapia médica familiar.
Navegando en el internet y como soy fan de las frases una vez leí la siguiente, que al parecer es un anónimo, pero la leí muy certera y en resumidas cuentas la realidad humana, se las comparto:
“Entre lo que pienso, lo que quiero decir, lo que creo decir, lo que digo, lo que quieres oír, lo que oyes, lo que crees entender, lo que quieres entender y lo que entiendes, Existen 9 posibilidades de NO entendernos”
Me pregunté si existe alguna posibilidad de poder entendernos, pero en el tiempo que llevo como psicoanalista he corroborado que lo más complejo de las relaciones humanas es la comunicación, cada uno escuchamos y hablamos desde nuestros propios referentes, cargados de historias que se han trasmitido a través de las generaciones, así como de experiencias propias que forjan el carácter y en la forma de ser o pensar, este repetir constante cotidiano de la personalidad, imposibilita la escucha “objetiva”, el intercambio de ideas y la aceptación de lo diferente.
Hay modos o diferentes formas de comunicarse, pero sobre todo hay posiciones que pueden dificultar ampliamente la autonomía, la aceptación y el respeto por el pensamiento propio de quien comparte los mensajes, estamos hablando de esas personalidades soberbias y egocéntricas, que oyen al otro solo para justificar su propio pensamiento, les es muy difícil reconocer que el planteamiento del otro es tan válido como cualquier otro razonamiento. Suelen ser exigente, muy demandante, puede utilizar el poder y la manipulación para establecer sus requerimientos o derechos y no le preocupa adulterar la autonomía de otra persona, en ocasiones pueden ser agresivos o amenazantes, su prioridad es su objetivo imponer su postura “pasando por encima” de lo que la otra persona requiere, necesita y hasta de lo que tiene derecho.
Generalmente, este tipo de personalidades buscará estar con personas dóciles o manipulables, que tienen poca valía, son inseguros, les es difícil tomar decisiones y están inclinados a lo que el otro les indique, por lo que son más dependientes, les cuesta trabajo poner límites o establecer un “NO” claro y firme, por lo que dejan de lado hasta sus propios intereses con tal de complacer, discutir o confrontarse.
Esta dupla es muy común, pero como decía José Saramago, a quien le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura, “he aprendido a no intentar convencer a nadie, el trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro” CON-VENCER, someter o dominar para que una persona se conduzca o piense del modo esperado, una falta de respeto total a la libertad y al libre pensamiento. Pero pocos serán del estilo ermitaño, no somos autónomos e independientes al 100%, somos seres sociales y por mucho que nos guste la soledad requerimos del otro, entonces ¿qué hacer para establecer los propios argumentos de tal forma que se pueda establecer las requisiciones o la opinión propia sin sobrepasar al otro o exceder, aventajarlo ni desear someter su voluntad?
Hay un término que tendría que convertirse en una práctica cotidiana, pero pocas personas conocen de que se trata. Estamos hablando de ASERTIVIDAD que tiene su origen latín en aserto (assertus) y su significado es la afirmación de una certeza; la persona asertiva tiene la capacidad de manifestarse, defender sus derechos y lo propio, así como respetar las opiniones y los derechos del otro.
La asertividad se consigue cuando la persona tiene un basto conocimiento sobre sí mismo, sobre sus emociones, su historia y su forma de pensar, y al mismo tiempo es buena escucha, empático, comprensivo y exige respeto de sí y lo ofrece del mismo modo para el otro.
Ser asertivo es estar en el centro de la clasificación entre el sumiso y el dominante
Es una habilidad que se puede adquirir y que es muy necesaria para comunicar convicciones, ideas o sentimientos sin herir, someter o convencer a las demás personas. La persona asertiva propondrá acuerdos que busquen una solución y un punto de encuentro para beneficio de los involucrados, facilitando y cuidando el vínculo en juego.
Cuando no se es asertivo es importante identificar que posición se sostiene: más hacia lo dominante o hacia lo sumiso, para de esa forma identificar que habilidades es necesario desarrollar, cuáles ya se tienen y que pueden ser un buen recurso para ir modificando la forma de comunicarse.
Ayuda mucho buscar el tiempo adecuado para comunicarse, porque hay ocasiones que una conversación difícil se quiere abordar o plantear cuando el medio ambiente no propicia la buena escucha y la conversación. Algo tan simple que parece obvio, pero que en la práctica no se realiza, como tomarse un tiempo para escucharse con atención y sin interrupciones, hace la diferencia para abordar algún tema.
Tomar la palabra por turnos, promueve la escucha y genera empatía y comprensión.
Expresar la situación concreta y los sentimientos que se generan, facilita el entendimiento y se fomenta la tolerancia.
Escuchar con atención, no para refutar, defender o convencer, sino genuinamente escuchar, con mente abierta y curiosidad por lo que dice el otro, otorga significado, sentido, amplía la perspectiva y provoca el compromiso.
Una vez teniendo las dos posturas, encontrar de forma creativa soluciones que fomenten el beneficio mutuo; en el que cada parte deberá adherirse al compromiso de lo que corresponda.
Así “Entre lo que pienso, lo que quiero decir, lo que digo con asertividad, lo que escuchas con atención, comprensión y empatía, lo que respetas, y aportamos una solución viable para los dos, Existen 6 posibilidades para mejorar el entendimiento y la comunión”
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