Caute

Cuidar no es excluir


Abril 6, 2020

Los riesgos emocionales de la pandemia por COVID19 en los adultos mayores 

Por Mtra. Diana Guerra Cadeñanes

Directora de CAUTE Alianza por lo Salud Mental

Psicoanalista con especialidad en la pareja y terapia médica familiar

 

Resumen

Desde finales del 2019 y principios de este  año, hemos estado recibiendo noticias de la pandemia mundial que aqueja al planeta,  sin embargo no conocimos sus alcances hasta este mes de marzo del 2020 y  desde hace dos semanas en México no se habla más que del COVID19: su propagación,  sus padecimientos físicos y efectos emocionales y sociales que lo acompañan.

En este artículo quisiera dedicar especial atención a la salud mental y relacional de aquellas personas que tienen más riesgo de mortandad por este virus, especialmente a las personas mayores de 65 años que aunque estén saludables su probabilidad de combatirlo es más baja -de acuerdo a las estadísticas mundiales-  agravándose si padecen hipertensión, diabetes u otra enfermedad crónica-. La instrucción es que no salgan de casa y apartarlos de la posibilidad de contagio, es esta instrucción la que abordo desde dos perspectivas: los que se inclinan por el aislamiento y aquellos que prefieren correr el riesgo de contagio a vivir recluidos. 

Para apreciar la vida hay que verla desde otra perspectiva.

La solicitud obligatoria es “Quédate en casa, si no es por ti es por ellos” o “Mantén su sana distancia”. De una hija preocupada he escuchado su queja sobre “Mi mamá no me hace caso y anda que va a misa, y mi papá no para de ir al banco”, en el supermercado observo señores y señoras de más de 65 años trabajando, no la mayoría pero ahí están. Por otro lado, los pobres que viven al día, lo que ganan diaria y semanalmente es para comer y subsistir. Escuché a un señor pregonando sobre la muerte: “Prefiero morir de COVID19 que de hambre”. Hay los que tienen ahorros o pensión por medio de los cuales pueden subsistir esta cuarentena; quienes tienen un familiar que los provee;  quien se aferra a no dejar de hacer sus cosas. Los familiares que se han acercado a mi para platicar sobre la probable afectación de sus padres, tienen preguntas como ¿Por qué no hacen caso? ¿Por qué no paran? ¿Por qué no entienden?

Considero que no es que no entiendan, seguro ven las noticias y escuchan del tema  -no se habla de otra cosa por radio, TV o en Internet-, me parece que es importante ubicar su conducta a partir de las vivencias y contexto de su generación e historia. Casi todos estos adultos mayores –algunos abuelos, otro no- son personas responsables y trabajadoras, inquietos por naturaleza, activos, les gusta estar ocupados y sentirse útiles, según Marisol García Fuentes, escritora de la revista Entrepreneur refiriéndose a ellos como la generación Baby Boomers, escribe:

“Vivieron las grandes crisis y revoluciones de la historia contemporánea, vieron llegar al hombre a la Luna y atestiguaron el cambio de la televisión de blanco y negro a color. Presenciaron el auge del formato Beta, VHS, DVD y el bluray y conocen la línea del antes y después del Internet y  tienen como bandera la libertad individual” (2018. Fuente: https://www.entrepreneur.com/article/324880)

En el transcurso de su vida han vivido múltiples adaptaciones, de alguna forma saben lo que sigue aunque les da un tanto de inquietud lo diferente de la situación, prefieren hacer las cosas como las saben hacer, les da más tranquilidad que no hacerlo, aunque implique un tanto más de translado y tiempo que hacerlo en línea como lo harían generaciones más jovenes. No es que no sepan usar el internet ya que la mayoria tiene smartphones, computadora o ipad, más bien prefieren hacerlo a la antigüita y mantenerse activos.

Los  hijos de esta generación deben de entender lo anterior y darse cuenta que  cuando pretenden decirles que hacer atentan contra su sentido de libertad y autonomía, lo que podrías generar discusiones innecesarias o desencuentros. Para contrarestar esto, es importante que la persona preocupada por ellos deje el miedo de perderlos o de la enfermedad con el fin de  respetar las decisiones  de sus padres y no generarles disgustos inútiles, pero sobretodo aprovechar de cierta forma su autonomía y su flexibilidad tecnológica para enseñarles nuevas aplicaciones, por ejemplo, de servicios financieros o a domicilio (restaurantes, supermercados y  librerias), cuidar  que las reglas de precaución y  el límite de visitas sean respetadas, pero que no dificulte el contacto o el vínculo -en  la medida de lo posible-. Es necesario mantener el acompañamiento o el hacerse presente aprovechando la accesibilidad del teléfono, llamadas virtuales y/o envío a domicilio, para mandar un mensaje,  un presente, un libro o una carta de los nietos, seguro les alegrará, aceptarán con resiliencia los cambios, tal vez hasta determinen que los dejen en paz y seguir en solitario sus rutinas. Sobre todo les permitirá continuar su afrontamiento como mejor lo decidan  ellos.

En definitiva hay personas que eligirán la soledad y la disfrutarán, a diferencia de aquellos donde el aislamiento es impuesto por un tercero; por ejemplo, aquellos que padecen enfermedades crónicas y tienen periodos en que a favor de su bienestar físico los aislan, lo cual no es equiparable a la situación del COVID19, pero parece que este cuidado a partir de la amenaza eminente donde se lidia con la muerte y la enfermedad y que causa reclusión y exilio doméstico sin poder tener acceso a amigos, actividades, distracciones y contacto físico, colleva un gran impacto emocional nocivo para la vida de por si limitada en lo biológico y salubre.

La intención de tolerar este encierro involuntario es la esperanza de que será pasajero, y aún así no debemos dejar de lado los efectos adversos de la soledad, donde la depresión, tristeza se combinan con la lucha del ir y venir de sensaciones y pensamientos intrusivos que provocan un estado constante de estrés. Factores psicoemocionales que pueden presentarse  en tiempos prolongados de aislamiento a pesar de contar con cierto nivel de óptima salud. Para los adultos mayores, puede acelerar o incrementar el desarrollo de ciertas enfermedades crónicas, estudios demuestran que el sentirse solo y deprimido incrementa el riesgo de enfermedades coronarias, embolías; duplica la posibilidad de adquirir demencia.

La soledad cuando no es elegida, puede ser  dolorosa. Somos seres sociales, formadores de vínculos simbióticos, por lo que cuando no se siente uno escuchado, percibido o interesante se fomenta la escucha de la propia voz respondida por ecos inherentes que en ocasiones pueden no ser  benévolos, por tanto se hacen presentes las situaciones de abandono; “se tiran al drama”, como refieren algunos pacientes, el drama intensificado y peligroso si no hay alguien que los auxilie.

En el contexto de la pandemia transitoria por COVID19, la separación si está afectando de manera fuerte a los más vulnerables, por lo que es pertinente  identificar dos agentes responsables: 

Para aquellos que padecen la soledad, unas recomendaciones:  

  • Es importante tener un sentido de autocuidado y amor propio, procurar hasta consentir o sentir satisfacción personal, seguir las recomendaciones de salud y prevención, comer saludablemente, dormir, hacer un poco de ejercicio, por lo menos unos estiramientos, y en caso de tener tratamiento médico, ser constantes.
  • Dejar a un lado el orgullo, la vergüenza  y asumir la soledad, no esperar a que lo noten, pedir ayuda hasta hacer que alguien escuche la petición de ayuda (por parte de un familiar, un amigo o un profesional de la salud mental).
  • Conectarse y vincularse, iniciar la llamada, el mensaje, la correspondencia, acordar horas de llamada o video llamada para no interrumpir actividades de los que trabajan en casa, es necesario buscar los espacios de tiempo y medios para platicar con aquellos en los que confiamos.
  • Encontrar un proyecto que conlleve una actividad mental y tal vez manual: ordenar las fotos guardadas de años, actualizar la agenda de contactos, leer un buen libro, pintar o escribir un poema.
  • Motivarse y obligarse un poco a acortar la brecha digital generacional, aprovechando las ventajas de la tecnología: navegar en internet, tomar un curso, taller o clase online, hacer pedidos a domicilio, organizar una reunión virtual con las personas –familia, amigos- que hace mucho no se ven y se extrañan.  
  • En ocasiones la tristeza, la depresión y la soledad ya han tomado brecha, y es de vital importancia decirse NO QUIERO ESTO y pedir ayuda. Como dicen mis padres “Tan lejos como el teléfono”.

Para los primeros cuidadores, aquellos que les han otorgado la responsabilidad de la custodia de los padres, para ellos estas sugerencias:

  • Es importante reconocer que es difícil, estresante y a veces complejo cumplir con esta tarea, tanto que en ocasiones se  prefiere no hacer caso o hacerlo de mala gana; tal vez lo recomendable sería la posibilidad de hacer redes de apoyo y turnos con familiares, amigos o conocidos para las actividades de cuidado, no saturando o afectando la calidad de la atención.
  • Entender que las personas mayores, sobre todo enfermas o con enfermedades crónicas, van a otro ritmo, casi siempre más lentos, por lo que no resuelven cosas de las misma manera y ritmo que tú o los que cuidan.
  • Es indispensable promover la autonomía del adulto mayor y no pretender ser “el padre del padre” , no ambicionar e insistir sobre lo que tienen que hacer para cambiar su situación.
  • Es necesario desarrollar la empatía, escuchar y acompañar, a veces no todo es arreglar o resolver.
  • Facilitar las herramientas tecnológicas para que puedan estar presentes en reuniones virtuales o búsquedas de su interés.
  • Aprovechar esta época para bajar el ritmo propio y ESTAR mejor en la presencia vincular.
  • Si hay aburrimiento, date la oportunidad de aburrirte con él o ella e idear formas de juntos desaburrirse.
  • Si tienes hijos, es decir, si eres padre de los nietos, involúcralos en el cuidado e interacción con los abuelos, siempre le sacarán una buena sonrisa y aprenderán que tienen a alguien especial que querrá escucharlos.

Nuestra condición humana de angustia se complementa con nuestra naturaleza simbiótica afectiva, en tiempos de incertidumbre, crisis y cambios inciertos en diferentes vértices de nuestra vida social, aprovechemos las sensaciones de alegria, gusto y placer por medio de toda la cultura y oferta que está a nuestra disposición gracias a mundos tecnológicos que hacen posible el circular de la información y el conocimiento. Usemos las herramientas a nuestro favor generando reencuentro y nuevas formas de colocarnos frente al otro que me complementa.  

Estos tiempos bizarros -¿y qué tiempos humanos no lo son?- nos invitan a tomar la oportunidad de cambiar la perspectiva de lo que creíamos importante, es de suma importancia agradecer lo que si hay de bueno, de salud, de tiempo “extra”, de acercamiento con algunos y lejanía con otros; aceptar con agrado los cambios, admitir las reglas básicas de mi finitud y mortalidad donde mi salud es prescindible porque sin ella no hay vida; disfrutar sin apropiarse de la naturaleza, aferrarse a la flexibilidad, y sobre todo visualizar bienestar, reacomodo y satisfacciones personales en un futuro no muy lejano.

Hoy toca cuidarse y procurar cuidar al otro. ¡Hasta pronto!

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